domingo, 3 de noviembre de 2013

Los años de peregrinación del chico sin color





Ni brillante ni perturbadora. Ni digna del Premio Nobel. Murakami sigue siendo Murakami, pero no tan Murakami. Es decir, la obra se lee de un tirón, es una novela que a los lectores nos agradará en el sentido que se lee de forma muy cómoda. Pero yo he echado de menos al Murakami de siempre, al de ámbientes nocturnos y bares y jazz y esa bohemia que se pierde poco a poco y que a algunos es lo que más nos gusta en este mundo. Por eso vuelvo a Murakami, a pesar de no terminar de convencerme, por el ambiente de sus novelas. Sin embargo, me parece una exageración que algunos como Sánchez Dragó diga que es la novela más perfecta de Murakami.

Si se puede aprender una lección: las personas somos tan inexcrutables, que no merece la pena preocuparnos en exceso por lo que los demás hagan: puede ser todo lo contrario de lo que estamos pensando. Al chico sin color, sus amigos un día, sin mayores explicaciones, le expulsan del grupo. Son cinco en total: tres chicos y dos chicas. Tsukuro llega a estar al borde del suicidio puesto que no entiende a sus amigos ¿Por qué le expulsan del grupo con lo felices que eran todos cuando estaban juntos? ¿Qué ha ocurrido para que tomen una decisión tan drástica? ¿Por qué no le dan ninguna explicación? 

Dieciséis años más tarde, animado por Sara, Tsukuro visita uno a uno a sus amigos buscando una respuestas para curar heridas y poder, por fin, iniciar la vida que se merece, sin el dolor tan injustamente causado. 

La respuesta de sus amigos es sorprendente, especialmente, teniendo en cuenta que todos ellos le creían inocente y, sin embargo, le juzgaron y castigaron: Tsukuro a llevado una pesada carga toda su vida hasta el punto de no creerse digno de vivir ni de ser feliz.  


Sigo pensando que el próximo Premio Nobel debería ser para DON ANTONIO MUÑOZ MOLINA. Y si no fuera así, el jurado de tan insigne premio demostrará no tener ni chispa de calapatricio...  

2 comentarios:

Príncipe de ArroyoLuche dijo...

Murakami puede esperar ... unos 20 años o más.
Antes están Javier Marías, Enrique Vila-Matas o como dice usted, Antonio Muñoz Molina. Yo se lo daría a Umberto Eco, se me ocurre ahora, que aunque semiótico o semiólogo también es novelista, pero nos hace ser inteligentes, y eso en cualquier autor es digno de laureles, monumentos y hasta nobeles.
Pues escucharé hoy la pieza de Liszt, gustosamente. Tengo por costumbre, los Domingos por la tarde o por la noche, de sentarme a leer escuchando alguna sinfonía. Este verano estuve con Beethoven, y ahora este otoño estoy con Gustave Mahler, que también tiene su decena de largas sinfonías, pero haré un paréntesis en honor a usted, a su post, y a Murakami -que también me gusta, pero por la parte de jazz y de bohemia que usted dice-.
Hoy me tocaba la quinta, quizá si sigo leyendo también la escuche. Aquí una muestra, célebre y sublime muestra:
http://www.youtube.com/watch?v=CFQQsu6VBYA

Hilvanes dijo...

Eco también me parece buena opción.

Y Marías.

Vila-Matas, a pesar de ser uno de mis favoritos entre mis favoritos, y a pesar que me gustaría que se lo dieran, creo que no va a entrar en la lista de candidatos, pero no me pregunte Usted el porqué.

Tengo puesto para próximas lecturas Extrañas formas de vida...
Pues a Mahler lo escucho con frecuencia, tengo casi todo lo suyo... pero últimamente me poco más a la Callas, es que el último recopilatorio del que me he hecho es de la Callas...